Recordando los olvidos y rememorando lo irrecordable
Carlos Alfredo Flores
La antítesis del recuerdo siempre ha sido en apariencia el olvido. Olvidar es fácil, es sencillo: buscas los lentes por unos minutos, sin tener ni la más mínima idea de dónde están, para descubrir en un momento que los llevas en la mano. Lo peor es que entre más años acumules, más juega contigo la memoria. Aun cuando tengas muy buena memoria, si tu mente anda en muchos temas y muchas actividades, lo más seguro es que en tu persona resuene esa tonadita: olvido-recuerdo, recuerdo-olvido y así hasta que el condenado tono te desquicie totalmente.
El algoritmo
recuerdo-olvido es como el algoritmo de YouTube que a veces bloquea tus canales
favoritos cuando falla y deja de cumplir con su función, te hace perder el
tiempo y te pone en programación lo indeseable, en suma lo que no quieres ver.
Eso si pensamos que dicho proceso lógico
informático es honesto. ¡No! Mejor dicho si es lógico y su flujo de información
es sistemático.
¿Y qué tal es
la mente en una experiencia amorosa? Sabes que se viene el aniversario y temes
olvidar comprar las rosas, así que te propones recordar y comprarlas… Al final
se te escapa la fecha y, luego, es seguro que no olvidaras el gran lio en el
que te has metido. Ahora supongamos que tu mala memoria acabó con tu noviazgo.
¡No hay problema, es seguro que el olvido resuelva tu mala situación! Pero si
estás muy enamorado el olvido se vuelve muy ineficaz y le toma al pobre mucho
más tiempo el hacer su trabajo eficazmente.
Recordar
olvidos es simple, recuerdas la forma pero no el fondo. El equivalente sería
recordar la sombra de alguien pero no
poder rememorar al individuo a quien pertenece la sombra. ¡Sería como recordar
el rostro de alguien aun cuando no se te tenga ni la más mínima idea de quién
es la persona¡ Sí, la memoria es como un crucigrama, peor aún es como un
laberinto que parece llegar a ningún lado.
Soy
olvidadizo, tiendo a olvidar fácilmente, probablemente por eso no recuerdo lo
que sucedió cuando nací pero sé lo que aconteció en ese año. En 1973, los
militares ejercían su poder en gran parte de Latinoamérica, así la represión y
los asesinatos extrajudiciales eran el pan diario de la gente en toda la
región, en el siempre de ese pretérito inmemorable. En El Salvador empezaban
aparecer las organizaciones político militares o luchaban por fortalecerse las
ya existentes, la lucha de la oposición estaba en auge en múltiples planos. Ese
año a nivel geopolítico se disparaba el precio del petróleo a nivel mundial y
la crisis energética surgida de la lucha franco-egipcia terminaba repercutiendo
económica y políticamente en la Europa Occidental.
O sea que es
posible recordar lo olvidado. ¡Mejor no subestimar la memoria histórica, pues
te puede hacer recordar hasta lo imaginado¡
Tampoco
recuerdo lo que soñé anoche. Sólo recuerdo que tuve un sueño muy agradable. -No,
no fue una pesadilla.- ¿Pero cómo saber qué es lo se sueña si no se recuerda ni
el más mínimo detalle de lo susurrado por Morfeo al oído? Pues están las
emociones que sí perviven en la memoria, de seguro por la emotividad con la
cual se experimentan. Mis sentimientos y emociones me hacen recordar que estuve
en un lugar muy agradable, casi un paraíso, pues allí emanaban vibraciones
universales cósmicas sin lugar a dudas.
En
el marcador la memoria se hace con mayoría de puntos mientras que el olvido no
logra anotar mucho. El olvido no contaba con los recursos nemotécnicos y mucho
menos con los artilugios de la memoria histórica.
¿Y cómo no recordar o mejor dicho cómo olvidar los eventos y personajes históricos no conocidos! Llego al parque Morazán y veo al gran general idealizado montando su caballo encima del marmoleo pedestal donde yacen placas de grandes batallas en las que el mismísimo Morazán combatió para dar forma a su ideal unionista centroamericano. Verdad, es que Morazán se enfrentó gallardamente como el Quijote a infranqueables molinos de vientos. Empero, también, es verdad que el ideal de una Centroamérica unida pervive en la mente de cinco pueblos que comparten el sentimiento de una ciudadanía en común reflejada en el espejo de la hermandad. ¡Ese es el gran sueño que no se puede ni se debe olvidar¡
A medida continúo caminando por el
Centro Histórico de San Salvador, los recuerdos y sus rememoraciones continúan
atacando a los olvidos, a mis olvidos y a los olvidos colectivos que son
emboscados por los espacios de la memoria, por los monumentos, los edificios
antiguos derruidos y más de alguna imagen visual del pasado reciente.
Tomó la Avenida Monseñor Romero.
Luego, después de un minuto, cruzo a la derecha en la esquina de la Catedral, y
justamente al otro extremo está el parque donde se yergue el monumento del
General Gerardo Barrios. Parece qué está es una memoria empecinada en recordar
a sus generales, a sus grandes caudillos. ¡Pobre pueblo salvadoreño empecinado
en sostenerse de la mano de sus señores! Es un pueblo amañado, quizá por el hábito
histórico, en buscar mesías y grandes salvadores que, luego, terminan como Saca,
ahora en la cárcel; como Funes, que anda huyendo y terminó autoexiliándose en
Nicaragua o como Flores que desapareció por arte de magia en el lugar y tiempo
adecuado.
Pero divago y eso lo noto en la
monumentalidad de la estatua de Barrios, ahora tan vilipendiada o bendecida por
el popo de los pajaritos, de las palomas de Castilla que se enseñorean del
presente y se divierten con el gran caudillo. Me Llergo ante Barrios e inclino
mi cabeza hacia arriba para dejarme impresionar por su porte, su portentoso
tamaño y su gloria pasada que resplandece históricamente en nuestro ahora.
Se activan los recuerdos y veo al
General luchando en Nicaragua contra el demonio filibustero yanqui, William
Walker. Después los veo a él y sus hombres desembarcando en el Puerto de La
Libertad dirigiéndose al rescate del gobierno de la república que tan necesitado está de un salvador y sus reformas políticas y económicas, sí un salvador al
que no lo ha llamado nadie y unas reformas que no ha pedido nadie. Aclaración nadie ha
dicho que la memoria histórica no pueda
ser sesgada. En fin, finalmente, veo a Barrios de pie en el cadalso, por aquí
cerquita a unas cuadras, siendo asesinado por los hombres crueles, los asesinos
de los Dueñas.
-Los mismos Dueñas asesinos del
gran general Barrios que ahora fusilan el Valle el Ángel y el futuro de los
salvadoreños-pienso para mí mismo, no sin dejar escapar de mi boca mi
indignación -¡Malditos Dueñas, maldita prosapia de los Dueñas.
Entonces
me dirijo a la farmacia, pues debo pagar la electricidad. En ese momento camino al frente de la misma, luego abro la puerta, entro, saco el dinero y
descubro…-¡Maldición olvide el recibo¡
Carlos Alfredo Flores
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