Albertillo y Albertilla, los niños salvadoreños, despreciados, denigrados y maltratados que El Salvador quiere criminalizar

 Albertillo de padres irresponsables, pobres y sin educación, un día, finalmente se vio abandonado en la casa de su tía en mi pasaje, en mi vecindario. Ni que le importar a la vieja su sobrino, le dio la calle desde muy pequeño y para que se ganara la comida lo mandaba a botar la basura de los vecinos. 

    Luego el niño ya no pasaba en la casa de arrimado de su única pariente, andaba "aplanando calles", decían los metidos en la vecindad. Nosotros le pagábamos por botar basura, a veces le dábamos comida y en más de alguna ocasión le quise regalar un libro para que leyera historias de primaria. 

    Pero a a la sociedad no le importaba el niño, y si no le importaba ni a la misma tía mucho menos que le iba a importar a los profesores que a fuerza de puro maltrato lograron que odiara la educación y dejara de asistir a la escuela los pocos día que asistía, pues casi no iba; nadie lo mandaba y mejor que pasara en la calle para que viviera de la miserias de misericordia que la comunidad le diera. 

    Entre desnutrición, harapos y desprecios crecía Albertillo. En una ocasión un vecino loco lo amenazó con golpearlo por la intolerancia al joven excluido. 

    Al final, no es que no tuviera papá ni mamá, pues el papá ya había formado otra familia y no podía llevarse a su hijo al nuevo hogar, de seguro hubiera sido una carga pesada y, de seguro la madrastra tampoco querría lidiar con él. La mamá, la pobre después de tantos, embarazos con varios hombres se fue de la Colonia y, como es lógico, no se podía llevar al niño, pues ella tenía volver a iniciar su familia acompañado se de nuevo. 

    Así fue pasando el tiempo, a veces lo invitaba a comer pupusas al pobre, pero siempre, noté su resentimiento a la gente de la colonia, un resentimiento en vías de transformarse en odio. 

    Mucho tiempo después, un día lo vi pasar a Albertillo en medio de la Colonia ya no llevaba harapos y ya no pedía comida a nadie. También me sorprendí de verlo más grande ya tendría como sus 13 o 14. Se veía limpio y muy bien presentable, aunque andaba vestido de hommie, debo de señalar. Iba al restaurante de la colonia a traer platos de comida para él y su nueva familia. En otra ocasión vi que se empezaba a subir a los buses para controlar a la gente que entraba a la colonia y a veces se le veía haciendo postes. Hipócritamente muchos sentimos tristeza de verlo mejor, no mejor dicho de verlo peor, pues ya era pandillero. La pandilla los vestía, le daba comida y hasta decían que se cuidaban entre ellos. 

    Una vez en la madrugada cuando yo iba a trabajar como a las 4:30, de repente lo vi caminando en oposición a la dirección que yo llevaba. Andaba sin camiseta y en la mano derecha llevaba una gran escuadra. Como soy profesor de inglés cuando se me acerco, me dije a mí mismo, "Goddamnit! Me puede matar aquí si quiere y nadie se va a dar cuenta, o mejor dicho a nadie le va a importar" Pero seguí caminando cuando pasé a la par de  él, le dije. "Hola, Albertillo, cuídate mucho." De seguro me vio pálido, pues se me acerco y seguidamente me dijo, "No te preocupes, aquí nosotros los cuidamos a Uds." Sinceramente me sentí más seguro que cuando han venido los soldados a la colonia. Luego, antes de darme cuenta que lo habían matado, me lo encontré un par de veces en la calle y lo quise aconsejar, pero ya era tarde para el pobre, así como ha sido demasiados tarde para muchos Albertillos y Albertillas que siempre fueron excluidos, despreciados, maltratados y abandonados por nuestra sociedad, especialmente cuando más lo necesitaron. 

    Las pandillas les dan comida, estatus, y un sentimiento de pertenencia y una familia por quien dar la vida. ¡¡Y por qué no cuando quizá son lo mejor que les pasa a nuestros jóvenes sin rumbo, sin trayecto y sin ayuda de un Estado que siempre desde su formación ha estado en manos de las oligarquías mugrosas que lo utilizan, no para buscar el bien común sino para enriquecerse asquerosamente corrompiendo a la nación y sacrificando al pueblo salvadoreño!! 

P.D. LES ASEGURO QUE ESTÁ HISTORIA NO ES CIENCIA FICCIÓN AQUÍ DONDE VIVO ESTO ES EL PAN DIARIO DE CADA DÍA Y AUNQUE LLEVO AÑOS VIVIENDO AQUÍ, NUNCA DEJO DE SENTIR MIEDO TANTO POR LO QUE SON CAPACES DE HACER TANTO LOS UNOS COMO LOS OTROS.

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