Gajes del oficio universitario

                       

            Un día de estos conocí a un profesor de la universidad al que nunca le había dirigido la palabra pero que sí lo veía generalmente en el campus. Para dirigir me con urbanidad y buenas maneras así como para ser amable me presente. "Hola, soy Carlos, mucho gusto. Siempre lo veo por aquí en la mañanita. Nos toca mañanear ¿verdad?" Y me dice: "Sí lo que pasa es que vengo a dar clases y como me necesitan aquí en la universidad yo siempre vengo. Yo soy sociólogo, y doy asesoría en trabajos de investigación...." Bromeando le dije: "... pero no creo que venga todos los días porque nunca lo he visto por aquí los domingos." Literalmente ignoró mi comentario y prosiguió con su interminable lista de logros académico. Me indicó que su trabajo de tesis era uno de los más importantes en el área de psicología porque también era graduado de esa licenciatura. Cuando estaba en los más emocionante de su narración, decidí hacer un comentario, pero el tal licenciado a la n-ésima potencia no me dio la palabra. Entonces empezó a hablar de su maestría. En ese momento ya cansado yo de tanta inseguridad personal, disfrazada de tanto título académico, tomé mi grabadora me di la vuelta, lo ignoré y me fui para el salón en el que correspondía estar. Pensaba en mis adentros, lo saludé porque me interesaba conocerlo como persona, no conocerlo por toda sus hazañas y grandezas académicas. Hubiera sido interesante aprender de su experiencia en una conversación sana pero no en semejante situación de ego desmedido y arrogancia estúpida. "¡semejante pendejo!", me dije a mí mismo.

                                                                                                                 Carlitos Flores